Retrato San Juan de la Cruz en el Museo de Úbeda

El Museo San Juan de la Cruz de Úbeda muestra en una de sus salas un fantástico despliegue iconográfico del santo carmelita. Indagando en su verdadero retrato entre pinturas y esculturas de los siglos XVII y XVIII.

¿Qué aspecto tenía San Juan de la Cruz? ¿Cómo era su semblante? Es algo que no podemos saber a ciencia cierta. En la época que le tocó vivir, el siglo XVI, no existía la fotografía. A lo sumo estaba el retrato al óleo para quienes se lo podían permitir. Pero es que, además, fray Juan era reacio a posar para ser retratado, no se consideraba importante. A pesar de ello, contamos con numerosas representaciones de él a través de grabados, pinturas y esculturas. Pero ¿cuál de ellas puede considerarse el verdadero retrato de San Juan de la Cruz?.

El verdadero retrato de San Juan de la Cruz

En los últimos años de su vida, fray Juan comienza a cosechar fama de santo. Y son muchos los conventos de la Orden Carmelita que quieren tenerlo presente mediante un retrato suyo. Pero él no se muestra solícito a la causa y solo hay una manera de conseguirlo…, a escondidas. Es durante su estancia en el convento de los Mártires de Granada, mientras se encuentra absorto en la oración, cuando algún avezado retratista robó una imagen suya. Sucedió entre los años 1582 y 1588, cuando ya debía andar en la cuarentena.

Verdadero retrato de San Juan de la Cruz en el Museo de Padres Carmelitas Descalzos de Úbeda

Esta imagen, conseguida sin permiso, es considerada como la vera effigie de San Juan de la Cruz. Es decir, su verdadero retrato. Aunque se pierde su rastro poco después de haberla realizado. No obstante, da tiempo para hacer copias y versiones de gran valor que se conservan en la actualidad. Una de ellas se encuentra en el Museo que lleva su nombre, en el Convento de Padres Carmelitas Descalzos de Úbeda. Fue realizada en el siglo XVII por un autor anónimo. El verdadero retrato de San Juan de la Cruz está coronado por una banda, con el salmo que solía repetir para mostrar su firme confianza en Dios: «De mi vida errante llevas tú la cuenta, ¡recoge mis lágrimas en tu odre!».

Una sala dedicada a la iconografía del santo

En la sala 3 del Museo San Juan de la Cruz, dedicada a su iconografía, puedes encontrar una sugerente muestra de las imágenes más conocidas del santo carmelita. La mayoría son de los siglos XVII y XVIII, fruto de la evolución de ese primer retrato considerado verdadero. En ellos se suele representar orando ante la cruz, como docto escritor o acompañado de los emblemas de la pasión.

Sala dedicada a la iconografía de San Juan de la Cruz

Pero hay una imagen más recurrente, en la que fray Juan aparece orando ante un cuadro de Jesús Nazareno. Esta recoge una anécdota que le sucedió en el convento de carmelitas de Segovia. Según la tradición, estaba absorto en la oración cuando el Cristo le habló: «fray Juan, pídeme lo que quisieres por estos trabajos que me has hecho». A lo que contestó el carmelita: «Señor, padecer y ser despreciado». El suceso, que fue dado por milagroso, se hizo tan popular que no hubo ni hay convento carmelita que carezca de una imagen o cofradía del Nazareno.

Diálogo de San Juan de la Cruz con el Nazareno

De familia judía y morisca

Pero, además de las imágenes de San Juan de la Cruz, disponemos también de las descripciones que hacen del él quienes lo conocieron en vida. Según fray Jerónimo de San José, carmelita biógrafo de nuestro protagonista, tenía «el rostro de color trigueño, algo macilento, más redondo que largo, calva venerable con un poco de cabello delante. La frente ancha y espaciosa, los ojos negros, con mirar suave; cejas bien distintas y formadas; nariz igual, que tiraba un poco a aguileña; la boca y los labios, con todo lo demás del rostro y cuerpo, en debida proporción». Y la barba algo crecida.

Estos detalles de la nariz aguileña, los ojos negros, la piel trigueña, encaja con la ascendencia judía de la familia de su padre y el posible origen morisco de su madre. Unos padres que viven con grandes apuros económicos en la villa de Fontiveros, donde nació Juan de Yepes y Álvarez hacia el año 1542. La miseria extrema, que causa la muerte de su padre y poco después de su hermano, es la misma que empuja a su madre hasta Medina del Campo para sobrevivir.

Medina del Campo,Dibujo de Anton van den Wyngaerde, 1570

Dibujo de Anton van den Wyngaerde, 1570

En esta pujante ciudad castellana, el pequeño Juan tiene al menos la oportunidad de ingresar en el Colegio de los Niños de la Doctrina, una institución creada para pobres de solemnidad como él. También lo hará en los jesuitas, donde compagina los estudios de Gramática y Retórica con labores de enfermero en el conocido como Hospital de las Bubas, hasta que decide ingresar en la Orden del Carmelo en 1563, con 21 años de edad.

Su rostro en bronce

En la sala dedicada a la iconografía del santo carmelita, en el Museo San Juan de la Cruz, destaca una interesante pieza. Se trata del rostro en bronce del místico, obtenido a partir de una mascarilla realizada a su cráneo, exhumado con motivo de la conmemoración del 400 aniversario de su muerte.

Del análisis de sus restos se pudo concluir que no era tan bajo para la época como se pensaba. También que su fallecimiento fue a causa de una infección generalizada, provocada por una especie de gangrena en la pierna derecha.

Rostro en bronce de San Juan de la Cruz en el Museo del mismo nombre de Úbeda

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