Santa María de los Reales Alcázares

Es el templo más simbólico de la ciudad. Construido sobre los cimientos de la mezquita mayor y sobre los restos arqueológicos de antiguas civilizaciones que también eligieron este lugar para elevar sus plegarias.   

La iglesia de Santa María rezuma historia por sus cuatro costados. El solar donde se asienta ya es un alucinante campo plagado de hallazgos arqueológicos. Vestigios del Neolítico, de la Edad del Bronce, de íberos, romanos y visigodos. Un lugar tan cargado de magnetismo y simbología que hay incluso quien afirma que en él existió un templo dedicado a la diosa Diana. Lo que sí sabemos con certeza es que la iglesia de Santa María se alza sobre los cimientos de la antigua mezquita mayor de Ubbadat al arab, la Úbeda musulmana. Y lo hizo tras la conquista de la ciudad por Fernando III el Santo a principios del siglo XIII.

El monarca con fama de virtuoso quiso consagrar el templo a Santa María y también a Nuestra Señora de la Asunción. Lo de «Reales Alcázares» hace referencia al lugar donde se ubica el templo: intramuros de la alcazaba árabe primero y, después, del alcázar cristiano. De hecho, en principio, no tenía comunicación alguna con el resto de la ciudad. Tan solo mediante un discreto portillo, abierto en la muralla, que aún se conserva y por donde, según la tradición, entró triunfante el rey Santo tras su victoria.

Portillo de la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares que da al claustro

Portillo medieval que comunicaba el templo con la ciudad. Foto: Falk.

Santa María, fabuloso conjunto de estilos artísticos

Enseguida se iniciaron las obras del nuevo y majestuoso edificio según los cánones estéticos de la época. Y, al poco tiempo, en el año 1259, es elevada a la categoría de Colegiata, hasta que le fue concedido el título de Iglesia Mayor Parroquial siglos después. Hace relativamente poco tiempo, en el año 2014, recibe la distinción de Basílica Menor. Un título este último que la iguala con las catedrales.

En todo este atribulado devenir histórico, el monumento ha sido objeto de innumerables intervenciones que han dejado su impronta artística en los vetustos muros de piedra: elementos árabes, románicos, góticos, renacentistas, barrocos, neoclásicos… No obstante, hay que señalar dos puntos negros en tan impresionante currículum. Uno de ellos es provocado por la Guerra Civil, que causó graves daños en el templo. Y otro, la polémica restauración llevada a cabo en el año 1986, que obligó a cerrar sus puertas durante casi una treintena de años.

Interior de la Basílica Menor de Santa María de los Reales Alcázares de Úbeda

Nave central de la Basílica Menor de Santa María de los Reales Alcázares. Foto: PMRMaeyaert.

Esta última y polémica intervención ha afectado a su actual fisonomía. Pero ahí continúa la amalgama de estilos artísticos que tanto carácter le imprimen a este singular edificio, formando una unidad extrañamente armónica y fascinante. De toda ella habría que destacar sus espléndidas fachadas, el bellísimo claustro del interior, las capillas y la opulenta rejería que las adorna.

Las portadas de la Basílica Menor

Hasta principios del siglo XVII la fachada de Santa María de los Reales Alcázares no era otra que el tosco muro de la antigua alcazaba, del que aún hoy quedan algunos vestigios a su derecha. Fue el obispo Sancho Dávila y Toledo quien decidió, entonces, proyectar una monumental portada acorde con la importancia del templo mayor de la ciudad. Animado en esta empresa por el canónigo Antonio de Molina Valenzuela, en calidad de vicario.

Restos del torreón de la alcazaba árabe en la fachada de Santa María de Úbeda

Restos del torreón árabe en la fachada de Santa María. Foto: Manu B.F.

Se edificó en un estilo renacentista tardío y, como no podía ser de otra manera, con un programa iconográfico de carácter mariano. Preside el conjunto el fantástico relieve del nacimiento de Cristo y la adoración de los pastores Junto a la imagen triunfadora de la Inmaculada Concepción, flanqueada de ángeles y jarrones de azucenas.

La portada de la Consolada, al oeste del monumento, también se edificó en el siglo XVII y también fueron sus constructores el obispo Sancho Dávila y el canónigo Molina Valenzuela. El escudo del primero luce bien visible a ambos lados de la Virgen María. A su belleza arquitectónica hay que añadir un ineludible componente emocional. El que tiene lugar la madrugada del Viernes Santo, cuando la imagen procesional de Nuestro Padre Jesús Nazareno sale por esta puerta de la Consolada con los primeros rayos del sol. La multitud espera el mágico momento en un silencio contenido, solo roto por el lamento quebrado de las trompetas.

El bello claustro de Santa María de los Reales Alcázares

Uno de los espacios más elegantes de Santa María es el claustro que conduce hacia su nave interior. Era este el patio de la antigua mezquita aljama, al que el claustro circunda por uno de sus lados, formando una bella galería de arcos apuntados, cubierta por bóvedas de crucería. En las ménsulas, donde confluye el arranque de las nervaduras góticas, destacan los relieves de seres fantásticos y de escenas simbólicas que hablan de la vigencia, aún en aquel tiempo, de una cultura arcaica y pagana muy arraigada en el imaginario colectivo. Ejemplo de ello es la llamada ménsula del chupón, en la que un extraño ser, mitad hombre y mitad sirena, practica sexo oral con un mono.

Claustro de Santa María de Úbeda

Claustro de Santa María. Foto: PMRMaeyaert

En el estilizado corredor, construido a finales del siglo XV, aparecen también los escudos de sus principales constructores: el arcediano y tesorero de la iglesia mayor Pedro Becerra y el obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce. Junto con elegantes capillas adosadas a los muros que pertenecen a miembros relevantes de la curia y a familias nobles de la ciudad.

Suntuosidad en las capillas de Santa María

Este esquema se repite en las capillas del interior del templo. Espacios suntuosos, decorados por sus titulares con valiosas obras de arte, capellanías y elevadas rentas que llegan a hipotecar, incluso, la vida de sus herederos. Una de estas sobresalientes capillas es precisamente de la familia Becerra anteriormente nombrada, en la que destaca su espectacular reja de forja que es, de por sí, un auténtico retablo en hierro. También la capilla de Nuestra Señora de la Yedra, o la de Nuestra Señora de Guadalupe, por ser esta última la que alberga durante los meses de verano la imagen de la patrona de la ciudad.

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