Durante la redacción y transmisión de la Historia predominan las referencias a Hombres Ilustres, dejando en muchas ocasiones de lado que esos poderosos señores solían estar acompañados de mujeres tan competentes e inteligentes como ellos, que han quedado en la sombra por ser el género masculino el que durante siglos, se ha encargado mayoritariamente de redactar y recopilar las historias de vencedores y vencidos.

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Hoy, en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, vamos a dar un breve vistazo a esa “Cara B” de la Historia, hablando de un par de ubetenses ilustres que han dejado su impronta en nuestra bella ciudad.

Todos quedamos ensimismados al contemplar en la Plaza Vázquez de Molina la Sacra Capilla del Salvador, panteón funerario de Francisco de los Cobos y de su esposa María de Mendoza Sarmiento, hija de los Condes de Rivadavia que, desde que casara con Francisco a finales de 1522, se convierte en una mujer de la corte, ambiciosa, acaparadora de bienes, ansiosa de prestigio, títulos y propiedades, consiguiendo tal afinidad y fidelidad total con el carácter de su esposo, que ella será la encargada de culminar por su diferencia de edad junto con sus descendientes el majestuoso regalo que dejaron a Úbeda.

Otra importante dama, en este caso sí ubetense de nacimiento, es María de Molina Morena. Nacida en el seno de una familia humilde, cuando apenas contaba diez años y con la voluntad de ayudar a sus padres económicamente, empezó a ser sirvienta de los Marqueses de Camarasa, don Diego de los Cobos y su esposa. Su prudencia y sus singulares cualidades musicales la hicieron pronto merecedora de las simpatías y cariño de los marqueses. Lo que comenzó como algo extraordinario por la visita de los marqueses a la ciudad se convirtió en algo fijo pues María marchó a su vuelta con ellos a Madrid. Allí conocerá a Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV que, al escucharla cantar, le ordenó que se quedara en su corte, nombrándola azafata de la infanta doña María Teresa, futura esposa de Luis XIV.  Dio por tanto el salto de la capital al país galo donde encandiló con su voz a la corte de Versalles… pero nunca sin olvidarse de su tierra a la que legaría importantes donaciones.

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Luis XIV con el fin de agradecer su don, premió a María con el regalo que ella desease… y ella pidió la custodia del oratorio, con la ilusión de donarla a la iglesia donde fue bautizada, Santa María de los Reales Alcázares (La custodia fue destruida en 1936; la que la reemplaza hoy es una fiel reproducción, no tan costosa, realizada por el artista levantino José Marlo Lloréis).

Estas mujeres y muchas más engalanan aún más si cabe la historia de nuestra ciudad, una historia que merece ser conocida y respetada para no seguir cayendo en los errores del pasado. ¿te animas a conocerla?

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