Escudo de María de Mendoza en la fachada del Salvador de Úbeda

Escudo de armas de María de Mendoza en la fachada del Salvador de Úbeda

La muerte de Francisco de los Cobos, secretario imperial, deja a su esposa, María de Mendoza y Sarmiento como única administradora de una inmensa fortuna. Fabuloso patrimonio que se esfuma en poco tiempo, entre herederos y donaciones a entidades piadosas.

Con apenas catorce años, María de Mendoza y Sarmiento contrae matrimonio con un hombre que le aventaja en veinte años la edad. Puede que no conociera a su prometido hasta el mismo día de la boda. Ya que es un enlace de conveniencia, un simple contrato en el que salen beneficiadas ambas partes. La familia de María, porque, aunque es de origen noble, tienen las arcas vacías. Y el supuesto enamorado, Francisco de los Cobos, al que le sobran los escudos de oro pero carece de título nobiliario.

Con este enlace, se convierte María de Mendoza en una chica rica que, acorde a su edad, debió disfrutar de una espléndida vida cortesana, con lujos y relaciones al más alto nivel. Al poco de contraer matrimonio nacen sus dos únicos hijos, Diego de los Cobos y María Sarmiento. A los que, a fuerza de doblones de oro, consiguen casar con aristocráticas familias de Castilla y Aragón. Diego, el primogénito, acaba siendo el primer marqués de Camarasa, y María, la duquesa de Sessa.

Administradora de una gran fortuna

Todo marcha según sus planes, hasta que fallece en Úbeda el secretario real. La muerte de Francisco de los Cobos desata la caja de pandora de la codicia hereditaria. Ya que la cantidad de riquezas que consigue acaparar el matrimonio tiene pocos precedentes en la historia de Castilla. Aparte de los bienes muebles, palacios, tierras y señoríos en diferentes lugares de la geografía española, acaparan un buen número de títulos y nombramientos que también dejan un sustancioso peculio. A lo que hay que añadir una ingente lista de objetos valiosos, joyas y obras de arte. Muchos de ellos son regalos ofrecidos al matrimonio a cambio de favores, otros son encargos realizados a los artistas más cotizados del momento.

María de Mendoza y Sarmiento, ya viuda, es la única administradora de toda esta fortuna, que acumula en la recámara de su palacio de Valladolid. Todos los ojos codiciosos de su descendencia están puestos en ella, temerosos de que la anciana, condesa de Ribadavia a los 73 años de edad, decida donar gran parte de su herencia a obras pías. Y es que hay un cambio inesperado en su forma de vida que hace sospechar.

Patio del Palacio Real de Valladolid, residencia de María de Mendoza y Sarmiento, condesa de Ribadavia

Patio del Palacio Real de Valladolid, residencia de María de Mendoza y Francisco de los Cobos

La influencia de Santa Teresa de Jesús

Tras la muerte de su marido, María de Mendoza y Sarmiento adoptará otros hábitos en su quehacer diario. Influenciada por sus confesores y por su hermano, el obispo de Ávila, dejará de frecuentar los frívolos salones de la corte y elegirá la moderación y el recogimiento.

Pero, en este viraje tiene mucho más que ver el trato personal que mantiene con Santa Teresa de Jesús. Como la santa de Ávila, ella también quiere desprenderse de la vanidad material. Y, en su nueva predisposición espiritual, comienza a realizar donaciones, destinadas a obras de caridad y a instituciones religiosas para el descargo de su alma. Entre ellas está la fundación del primer convento de carmelitas descalzas en Valladolid, del que es su patrona y principal benefactora.

Tapiz del Triunfo de la Fama

Uno de los bienes más preciados de María de Mendoza es la serie de tapices de «Los Triunfos de Petrarca»

Entierro en la Capilla del Salvador

La riqueza que acumula María de Mendoza en las recámaras del palacio vallisoletano sigue siendo espectacular. Son miles de ducados en enseres preciosos, objetos de oro y plata, telas de seda, relojes y escritorios alemanes, tapices historiados, guadamecíes, porcelanas y exóticos objetos de las Indias, medallas de oro y piedras preciosas, pequeñas esculturas, alfombras turcas, cuadros y retratos…, bastantes retratos. Aunque, curiosamente, no se ha conservado ninguno de ella.

Muchos de estos objetos, sobre todo las piezas de orfebrería para oficios religiosos y ajuar litúrgico, así como cruces de oro, de marfil o cristal y piedras preciosas, relicarios, cuadros de temática religiosa, etc., van a parar, en sucesivas entregas, a la capilla funeraria del Salvador, que se halla en construcción en la ciudad de Úbeda.

En esta capilla habrá de ser enterrado el matrimonio. El cuerpo de Cobos ya espera en la colindante iglesia de Santo Tomás para recibir sepultura en su flamante mausoleo. Tendrá que pasar aún doce años hasta verlo concluido. María expresará también su deseo de reposar allí, para lo que dispone en su testamento que sean veinticuatro monjes, dominicos y franciscanos, quienes acompañen su cuerpo con antorchas para ser enterrado junto a su esposo en la Capilla del Salvador.

Interior de la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda, enterramiento de Francisco de los Cobos y María de Mendoza y Sarmiento

Interior de la Sacra Capilla del Salvador en Úbeda

La calle Duquesa de Granada

La hija de María de Mendoza, duquesa de Sessa, no puede dejar escapar todas las riquezas que su madre acumula en la recámara del palacio de Valladolid. Ella no ha tenido suerte en el matrimonio. Su marido solo aceptó casarse por el dinero que, por cierto, se empleó en gastarlo a manos llenas. Viuda, al final, y sin descendencia, la duquesa se traslada a vivir con su madre al palacio vallisoletano.

Allí, y hasta el último momento, intentará convencer a su progenitora para que le de en herencia todos esos tesoros acumulados. Y, en última instancia, lo consiguió. Mientras agoniza María de Mendoza y Sarmiento en su lecho de muerte, la duquesa desvalija la espléndida mansión. Lo hace de noche y a escondidas, cargando la valiosa mercancía sobre mulas y acémilas que salen por la puerta trasera, dejando el palacio hueco como un cascarón.

Objetos destinados a la capilla funeraria del Salvador de Úbeda. Fotos: Francisco Miguel Merino Laguna

Así, en pocos días, se esfumó el colosal patrimonio de los Cobos-Mendoza. La duquesa de Sessa siguió el ejemplo de su madre y llevó una vida discreta y recogida. Parte de su fortuna sirvió para fundar un cenobio en la ciudad de Granada, de donde era oriundo su difunto marido, Gonzalo Fernández de Córdoba. En el convento de la Piedad vivirá hasta el fin de sus días. Su título de duquesa aún da nombre a la calle donde se encuentra dicha comunidad de monjas dominicas.

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